DEJÉ DE USAR DESODORANTE y esto fue lo que pasó

    

    Como todo el mundo yo también tuve un trabajo que me estaba matando, lenta y dolorosamente me estaba separando de mí mismo. Fue durante ese tiempo que realicé una investigación acerca de mi aroma personal, para ello dejé de usar desodorante durante tres meses a ver lo que sucedía. Tal vez quería que me despidieran pronto de aquel empleo, pero no funcionó, entonces renuncié. 

    Entre las fragancias que emanan del cuerpo el aroma de las axilas destaca por su cercanía con el rostro, en medio del cual emerge, impetuosa, la nariz; materialización del instinto de oler, muy desarrollado en hombres y mujeres naturales, y atrofiado casi por completo en los individuos urbanos. 

LO QUE DESCUBRÍ DE MI MISMO 

    Durante el experimento pude constatar que la acidez del aroma y por tanto la irritación en la nariz de los demás, aumenta cuando uno se ve sometido a presión psicológica, miradas de sorna y ciertos grados de humillación, en una palabra “estrés”. Es como si las axilas expresaran el deseo de ser libre, como si el olor quisiera abrir campo para que lo dejen a uno tranquilo. 

    Comprobé que el aroma de las axilas felices, que son aquellas cuyo dueño ha realizado o realiza un ejercicio gozoso como tener una relación sexual, caminar o correr por el campo, o incluso dedicarse a labores agrícolas independientes, es un olor que sin necesidad de desodorantes expresa un estado de salud, equilibrio y bienestar. 

    Otro descubrimiento que tuve es que el olor de la axila izquierda nunca es igual al de la derecha, y que el aroma de ningún día o momento del día, es idéntico al de otro. Me sorprendió observar (con la nariz) cuanta diversidad había pasado inadvertida. 

¿PORQUÉ EL OLFATO ESTÁ EN RIESGO Y DE PASO LA HUMANIDAD? 




    El humo, los perfumes, los químicos que llenan las alacenas, los jabones de tocador, talcos y cremas, los desodorantes antitranspirantes y muchos otros productos, entorpecen y “ciegan” el olfato, pero la palabra correcta es “anosmia” que significa “pérdida o disminución del sentido del olfato”. Aunque estemos poco familiarizados con esta palabra, su importancia se nos impone cuando reflexionamos acerca del servicio que el olfato ha prestado a la supervivencia y la evolución humana, y escuchamos el relato de un campesino que ha señalado el hedor que siente al entrar en nuestra ciudad, un hedor a podredumbre y basura, que nosotros pasamos por alto, y olvidamos colectivamente, como si nuestra civilización sufriera un peligroso caso de anosmia selectiva. 

    Las mayorías de hoy a lo sumo distinguen el olor de un pedo humano del que se tira por ejemplo un perro; pero ignoran la diferencia entre los aromas de las variedades de albahaca, siendo incapaces de distinguir la menta de la hierbabuena, o el prontoalivio de la mejorana… hierbas y plantas que podrían ser medicinas no sólo del pasado, sino también del futuro, si el ser humano las conociera y cultivara. 

    Me dirán y tienen razón, que la anosmia selectiva se vuelve necesaria para permitir la convivencia de la gente en las ciudades, donde humanos, animales y máquinas expelen a todo poro sus vapores. Un ascensor o un bus no serían lugares soportables, si la gente no fuera ya hábil en reprimir pedos (o tirarlos en modo silencioso) y si no hubieran estregado y depilado sus axilas, aplicando con esmero desodorantes y lociones. Esto es lo que se llama maquillaje olfativo, un vestido invisible por dentro y por fuera del vestido. De no ser por tales estrategias las narices agudas, que aún las hay, podrían conocer íntimas fermentaciones a las que no han sido invitadas. 

    El problema es que de tanto maquillar nuestros olores, nos hemos alejado tanto del olor real que se nos ha vuelto inaceptable; el otro problema, es que se está entorpeciendo una facultad vital de supervivencia humana, lo cual podría debilitarnos en contextos no urbanos de experiencia. 

AROMAS QUE LLEVAN MENSAJES

    La fruta cuando está en sazón huele, también el hombre y la mujer debieran oler indicando su punto de madurez y su dulzura, pero muy al contrario los olores industriales nos engañan, vistiendo de dulzura el agrio fruto, y ocultando el amor, la pasión, la podredumbre y el avinagramiento. 

    Consultando en línea sobre el asunto “olor en las axilas”, sorprende la cantidad de personas que en los foros piden ayuda a gritos para solucionar su situación. Parece que, para muchos, ninguna cantidad de maquillaje olfativo es suficiente para ocultar la intensidad de sus olores; la vergüenza que sienten por oler, se retroalimenta en un mayor estrés, lo cual incrementa el olor desagradable. 

    La industria aprovecha el asco que sentimos de nosotros mismos, para vendernos más productos. Pero en medio de muchos internautas agobiados, me sorprendió la declaración anónima de una persona que afirmaba disfrutar el olor de sus axilas, y claro, pensé que esa persona debió realizar un experimento similar al mío para descubrir que el olor de las axilas es un natural medio de autoconciencia emocional, pues nuestros olores están llenos de mensajes. 

EN UN EXPERIMENTO IMAGINARIO 

    Un hipotético hombre natural, cuyo sentido del olfato no ha sido dañado, y cuyo olor no ha sido señalado como motivo de vergüenza, se acerca a una mujer, y la huele como a un fruto, sabe por el olor si esa mujer está atrayéndolo o por el contrario lo rechaza. Además, imaginamos que puede percibir en qué punto de su ciclo hormonal se encuentra, y si es propicio o no el encuentro para el placer o la siembra de hijos. Una mujer natural, puede a través de sus fluidos aromáticos, expresar emociones tales y de tal intensidad, que no cabrían en todo un libro lleno de palabras. 

    Los olores median una forma de comunicación poco atendida por las ciencias, pues se trata de un intercambio tan sutil que en muchos casos ni nos enteramos de que nos estamos comunicando. Es un debate médico la presencia de receptores para las feromonas en el ser humano, pero para los individuos olfativos, no es un debate que el olor de otro ser humano los pueda llevar a comprender sus sentimientos, o analizar un comportamiento, ya sea para emprender un galanteo, prestar un apoyo en la tristeza o para salir corriendo. 

    Podemos suponer incluso que esta forma de comunicación bioquímica, desdeñada por una civilización higienista, es más antigua que el uso de la palabra, la pintura rupestre o el teatro, y se encuentra en riesgo de desaparición, no por ausencia de olores, sino de narices que sepan oler. Entre tanto, la valoración del aroma artificial es tan exagerada, para mayor desdén de los olores naturales, que la sola mención de los sustantivos: pedo, pecueca, chucha y mal aliento, mueve al lector a despectiva risa, más no ocurre lo mismo si se menciona los extractos artificiales de fresca lavanda, la vainilla silvestre o coco tropical, entre tantos otros aromas que hablan de la naturaleza, pero salen de los laboratorios. 

EL NEGOCIO DE LA REPULSION 

    Nuestra cultura nos programa para experimentar una fuerte aversión hacia muchas cosas y personas que componen el mundo, incluyendo aspectos de nosotros mismos, que somos buena fuente de heces, sudor, orina, vómito, saliva, semen y otros fluidos aromáticos. 

    Tras esta programación mental, todo lo que sale del cuerpo, a excepción tal vez de las palabras, tiende a producir en uno mismo y en los demás, estados de vergüenza o aversión, que constituyen una barrera a cualquier encuentro comunicativo sano, aumentando la sensación perniciosa del aislamiento social. 

    En un grupo de estudiantes encuestados para una actividad acerca de la vergüenza, más del 80% refirieron anécdotas según las cuales se les había escapado del cuerpo algún fluido orgánico en presencia de testigos. Según esta forma de pensar, un ser humano modélico debe estar aislado y cubierto por una capa inorgánica de olor industrial o neutro, pues si se le escapa una gota de cualquier fluido interno, o un olor humano orgánico será procesado por el colectivo posiblemente a sus espaldas. 

    Observamos, además, que los lugares del cuerpo que más huelen, lo hacen a la sombra del encierro que imponen las incómodas maneras de vestir. El pubis, las axilas, los pies y el trasero están cubiertos en casi todo el mundo por telas y a veces doble capa de tejidos. El aislamiento olfativo es una ley invisible y no escrita de nuestra civilización, pero, por debajo de la ropa el sudor expresa lo que la sociedad reprime, las ganas de gritarle a un jefe su injusticia, el deseo de intimar con alguien o de salir corriendo de un lugar en el que por temor o inercia se permanece. En fin, la empatía o la antipatía, callada o disimulada con afectadas maneras, es en cambio gritada al viento por los poros de un cuerpo cubierto y acallado. 

Viví un tiempo en la selva amazónica entre nativos descamisados y descalzos, y pude comprobar que, aunque hacía un calor de muchos grados a la sombra, sus olores no eran menos agradables que el de la resina de un árbol. Ellos no se preocupaban por sus olores, y sus olores no se tornaban preocupantes. Su relajación se expresaba suavemente a través del cuerpo. 




EN CONCLUSIÓN
 
    El experimento que empezó siendo una prueba de tres meses se ha extendido por años, durante los cuales no he usado, o he usado muy eventualmente productos llamados desodorantes. En este tiempo, encontré alternativas naturales y suaves, como el uso de la plata coloidal, o el aceite esencial de la lavanda, y disminuí paulatinamente mi nivel de estrés, dedicándome a labores agradables como la redacción de escritos, canciones, novelas, o sesiones terapéuticas. También encontré a otras personas que no rechazan de plano sus olores, y que los comprenden o intentan comprenderlos, como si se tratara de un antiguo lenguaje anterior a las palabras. 

Publicado originalmente en la revista La Urbana.
fotografías de: RyanMcGuire (https://www.facebook.com/Bellsdesign)
 

Comentarios

  1. recuerdo ese olor en la U, en la banda, camuflado con los nuestros. <3

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    1. Los hombres del desierto se reconocen por los olores mejor que por las huellas digitales.

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  2. Genial!
    Un experimiento super util para descubrir nuestra naturaleza.

    Saludos Alejo y a la familia.

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  3. Que sabio experimento para traer al consciente lo que nuestro cuerpo calla. Aunque ahora no nos concentremos en el significado del olor, debo decir que he conocido personas que se guian por los olores, que pueden identificar cuando alguien es bueno, malo o tiene algun tipo de enfermedad. Creo que a la final la percepción de los olores es un Don y no todos los desarrollamos.

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    1. Es cierto, no todos lo desarrollamos, pero es bueno saber que aún podemos hacerlo. Gracias por comentar!

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