Confesión de un aprendiz de novelista



   

    He terminado mi cuarta novela que será la primera en publicarse y se llama El soldado dormido, y nace ahora, 20 años después de los primeros intentos.

Comparto aquí el proceso por el que he ido llegando a esta obra, que al contrario de las demás, he tratado con mucho menos sigilo y secretismo, leyendo capítulos enteros a mis amigos por teléfono, e incluso, leyendo apartes a públicos desconocidos en eventos literarios, o, como es el caso hoy, publicando entradas de blog previas a la publicación de la obra. 

    En mi vida de escritor la novela ha sido el género más deseado y el más difícil, ya perdí la cuenta de los intentos en falso, de las novelas que nacían muertas, desde cuando yo tenía 20 años. 

    En ese entonces mi dilema -entre escribir o vivir- era arduo: vivía una existencia trepidante de estudiante de periodismo, intensa vida nocturna y bohemia, relaciones inestables en un contexto lleno de historias ricas por mi vida social; sin embargo, no había un par de días en que la agitación juvenil me permitiera dedicarme a la labor de escribir la novela que deseaba. Me faltaba tiempo, me faltaba disciplina y madurez, y con todo en contra, lo intentaba, me sentaba a las teclas con la intención de no levantarme hasta tener un inicio digno, que tal vez nunca llegó, o que fue destruido por las llamas, cuando mi madre y mi hermana, se deshicieron de una caja entera llena de apuntes delirantes, mientras yo estaba en uno de mis viajes al sur.   

    Hacia mis treinta años, me dedicaba a escribir cuentos, crónicas y poemas, cosas que podía iniciar y terminar en una sentada, me faltaban elementos para emprender la obra de arte que en forma de novela me imaginaba escribiendo, tenía que crecer primero, tenía que saber algo, algo que se me escurría entre los dedos, tenía que confiar, tenía que ser capaz de apostar miles de instantes a un conjunto de letras ordenadas de una muy particular manera.

    Entré a estudiar la "Maestría en literatura" con la secreta intención de conocer aquella cosa que no sabía y que al no saberla, me impedía escribir esa "gran" obra. Y por el contrario, estando dentro de la carrera, me arredré un tanto con los enormes genios de la narrativa que se estudian, y acuclillado sobre mis tobillos, me arrojé una vez mas en los brazos de la poesía, sobre todo en sus formas experimentales, diré que huía, de nuevo, pero muy ingeniosamente, del desafío de las narraciones largas.

    Viendo que la cosa aunque exigente, no era del todo imposible, en cierto momento de soledad, por el viaje de mi compañera y mi hijo a otro país, emprendí la escritura de una truculenta historia, a la que llamé: Planeta rehen. Tuve la buena o la mala suerte de estar leyendo el Quijote mientras escribía la obra, y actualmente, mientras la reviso con un escritor amigo, nos reímos del barroquísimo estilo con el cual la redacté. 

    Esa fue oficialmente, mi primera novela inédita, pero vendrían más. Quedé desconcertado con este intento, no sabía si era válido o era absurdo, siguiendo los consejos de uno de mis profesores la guardé en un cajón virtual durante años. Mientras que llegaba una nueva idea seguía con la poesía, hice un par de libros de poesía experimental y acechaba, en secreto, la novela.

    Una tarde, en cierta clase de literatura en la que yo era el docente, se me ocurrió contar una historia personal a los estudiantes, se trataba de lo que se conoce como un "primer amor", la historia era dolorosa y real, melosa y amarga al mismo tiempo; los estudiantes estaban absolutamente hipnotizados, nadie decía nada, les dije que algún día quizá, escribiría aquello en forma de novela, y ellos contestaron, que les encantaría leer un libro así. 

    Pasaron años y la idea me perseguía, hasta que un buen día me alcanzó en una casa vacía, poco después de una mudanza, me quedé solo con el computador y aquellos espacios sin muebles y sin mi familia me abrieron las ganas de escribir, como si quisiera llenarlos. Empecé con la que se llamó luego Cenicienta desnuda. Al terminarla, la envié a un concurso y no ganó, la envié a otro y tampoco ganó, pero en este incluían un informe de lectura, las críticas de los jurados eran destructivas, pero en todas ellas se podía intuir una sola cosa: La novelita no se entendía. Había llevado un valor de la poesía experimental, que es la "dificultad de las formas" a la novela, que requiere tal vez mayor lecturabilidad. 

    Un escritor español, leyó mi novela y me propuso hacer una serie de ajustes para que no solo se entendiera, sino que quedara uff de buena ¡ y en eso ando de vez en cuando! No les sorprenda si resulta esta siendo la segunda en salir, está casi lista.

    Inicié después la novela de un viaje de unos adolescentes a la costa atlántica. La narración de ese viaje se debía cruzar con otra narración de un viaje similar hecho por el padre de uno de ellos muchos años atrás. A esa obra, inconclusa, le llamé El beso de la tormenta. Falta por escribir una tercera parte y luego, ya saben, el cajón, la corrección, los concursos... lo de siempre, y mientras tanto pasan los años y crecen los niños. Ya tengo canas en la barbilla.




    Con toda esa tarea iniciada, fue que me llegó la novela de El Soldado dormido. No hubo tanto esfuerzo como en las anteriores, no hubo esa dificultad, tuve el tiempo para emprender la escritura en las pausas de mi viaje, en el que otra vez era la ausencia de mi ciudad y de mi país lo que creaba el vacío. En una casona colonial empecé, escribiendo un capítulo por cada sentada, hasta que tenía el grueso del material que ahora está completo. Acabo de registrar la obra después de tres meses de escritura, en la que me he reído y llorado. 

    No es una novela larga, posiblemente tampoco sea la obra que me imaginaba escribir hace 20 años. Pero es la que llegó a mis manos y estoy contento con ella, paradójicamente, aquí se cumple aquello de que "los últimos serán los primeros": esta novela está lista o casi lista, y será la primera en publicarse, habiendo sido la última en escribirse, misterios de la vida.

    Lo último que quiero anotar en esta entrada ya larga del blog, es que todo salió de un poema que escribí en una libreta. Así como si el poema fuera la semilla y la novela el árbol, estoy tan contento con la forma en la que ha fluido.

    Les dejo aquí el poema que inició El soldado dormido, y que actualmente ocupa la página 72 de la obra: 


Id a la guerra si así lo queréis

Me echaré a dormir

arrullado por vuestros himnos

Y vuestras épicas explosiones

El espectáculo de sangre que habéis producido

me hace bostezar

incluso toser

no veía una película tan mala

desde el principio de los tiempos

      

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